Montanaro de aquí: LA 21 ESCUADRILLA DE ESCOLTAS. ESCUELA DE MARINOS
La 21 Escuadrilla de Escoltas ha sido determinante para la Armada Española, primero fueron “Los Cinco Latinos”, verdadera escuela de Oficiales y Suboficiales de la Armada con un notable adiestramiento y una excelente operatividad con los destructores tipo Fletcher quizás, uno de los mejores buques de guerra construido allá por 1940 en EEUU y más tarde, fueron las corbetas las que llenaron de Gallardía tan insigne Escuadrilla, quizás los mejores barcos de construcción española de la época. Seis corbetas seis que llenaron de orgullo a la Armada exhibiendo siempre con alta eficacia el Pabellón Nacional, nunca, poco más de 80 metros de eslora construidos en España dieron tanto orgullo y éxitos a la Armada española “Allende Mar”.
Unas dotaciones sin parangón fueron su verdadera alma, las corbetas fueron las primeras unidades en incorporar sistemas informáticos sofisticados tras los “preparados… marca…, y el lápiz graso…”, nuevos equipos para el combate de altas prestaciones y sobre todo, el corazón de estas unidades eran sus dotaciones, con una profesionalidad indiscutible y por encima de la media, fueron los primeros en la Guerra del Golfo y se hicieron protagonistas internacionales gracias a su denodado trabajo, abrieron el camino a la calificación para el combate OTAN, destacaron en las innumerables operaciones internacionales tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico, siempre en vanguardia. BRAVO ZULÚ.
Finalizando la década de los 50 en el siglo pasado y con una todavía escueta flota tras dos décadas de necesidades y penurias, la flota debía de renovarse, allí surgió junto a la situación internacional la integración de ayudas norteamericanas a la Europa Occidental. La Guerra fría y el nuevo orden estratégico hacían necesaria la presencia estadounidense en el viejo continente y España era y es estratégicamente decisiva.
Los programas afines a la Mutua Defensa respondían a un objetivo claro, ser herramientas que aseguraran la colaboración española en la construcción de bases hispanoamericanas en la década de los 50. Sumar la inapreciable incorporación de material y armamento procedente de las Fuerzas Armadas americanas de acuerdo con el Programa de Asistencia para la Defensa Mutua, MDAP dónde existía la posible transferencia a la Armada española de 10 destructores tipo Fletcher, modelo nunca anteriormente cedido a ninguna otra Marina. MDAP era considerada esencial a tal efecto. Y para ello era necesario poner en marcha un intenso programa de instrucción de su personal.
Conseguir una óptima utilización del considerable volumen de equipos militares transferidos a España entre 1954 y 1957 representaba un reto mucho más complejo de lo que podría resultar a simple vista. La pobreza de medios y el atraso formativo y tecnológico de la España del momento, señalados en todos y cada uno de los informes de las misiones americanas, suponían obstáculos considerables. Además, la incorporación prevista de decenas de aviones de reacción, navíos «modernizados», carros de combate utilizados en Corea, sistemas de armas electrónicos, equipos de radar y sónar… demandaban que la infraestructura logística e industrial de las FAS y el país se adaptasen a marchas forzadas tanto en medios como en conocimientos técnicos, organizativos y de gestión.
Pronto se materializaría la cifra real en cinco en lugar de 10, empezando por el reacondicionamiento en San Francisco, de la primera pareja, entregada a la Armada allí mismo (Treasure Island Naval Station) el 15 de mayo de 1957, aunque su alta sería 10 días posterior, con los nombres de Lepanto y Almirante Ferrándiz. También los tres siguientes repetirían los nombres de los destructores del viejo tipo Churruca que empezaban a retirarse entonces. Los dos primeros zarpaban rumbo a España el 1 de julio siguiente a la entrega, viajando a bordo del Lepanto el entonces ministro de Marina, Abarzuza, destacar este acontecimiento para aquella Armada, el contar con barcos así. Apodados “los cinco latinos”, que era también el nombre artístico de un grupo musical argentino que triunfó en España en los años cincuenta y sesenta, estos buques fueron modernizados antes de su transferencia a la Armada formando en 1959 la 21 Escuadrilla de Escoltas y donde prestaron extraordinarios servicios entre 1957 y 1988 gracias a un mando operativo y unas dotaciones que consiguieron sacarle el mejor provecho.
Ganador de una Presidential Citation en la guerra (Mención Distinguida de Unidad que se otorga a unidades de los Estados Unidos y de los países aliados, por su extraordinario heroísmo en acción contra un enemigo armado) y más viejo que los otros anteriores se recibía el Almirante Valdés en Filadelfia en 1959, donde se repetiría la ceremonia al año siguiente para el Alcalá Galiano D-24 y un año después, 1960 se realizaba la transferencia del último, el Jorge Juan o D-25, éste en Barcelona, el 31 de noviembre, en estos dos últimos sirvió el abajo firmante. Los cinco fueron inicialmente prestados a la Armada por períodos renovables de cinco años, que se realizaron tres veces, hasta que en 1972 se compraron en propiedad, por precio simbólico no revelado, dentro de la nueva política de adquirir los buques prestados.
Durante muchos años los cinco Fletcher conformaron la unidad de élite entre los escoltas españoles, pero con el paso del tiempo la ya citada 21ª Escuadrilla cartagenera, esos Cinco Latinos que difundiera el grupo musical argentino y se complementaran en época y anécdota se difuminaban con el deber cumplido de haber formado a la casi totalidad de las dotaciones de la Flota, la entrada en servicio de las cinco fragatas clase Baleares y más tarde con las seis corbetas tipo Descubierta inician su declive, más marcado aún con la recepción en los primeros años 70 de los cinco destructores Churruca (Clase USN Gearing FRAM-I que es la modernización), también estadounidenses.
Así, su pase a la antesala del desguace fue ocupando misiones a los mandos de las Zonas Marítimas, descartados ya de la flota, de tal suerte que la escuadrilla, paso a llamarse de Escoltas, ya no se eran destructores, al estar compuesta por las seis corbetas tipo Descubierta.
El primero en abandonar la escuadrilla fue, ciertamente, el Almirante Ferrándiz, en 1981, que pasó a la Zona Marítima de Canarias; en 1982 lo hizo el Valdés, transferido al mando de la Zona del Mediterráneo, sin abandonar, por tanto, Cartagena y ya, durante 1983 se transfirieron a la zona Marítima del Cantábrico, primero el Lepanto y después el Jorge Juan, mientras que el que quedaba en liza, el D-24 o Alcalá Galiano se envió a la Zona Marítima del Estrecho.
Con sus 2.100 toneladas de desplazamiento y sus 270 hombres de dotación, los destructores significaron una notable modernización de la Flota en un momento en que la construcción naval española estaba todavía en horas bajas. Su avanzado diseño combinaba una gran resistencia y una mejor navegabilidad. En cuanto al armamento, disponía de cañones de 127 mm., artillería antiaérea de 40 y de 20 mm., hasta 10 tubos lanzatorpedos de 533 mm., morteros antisubmarinos de tipo K, varaderos para cargas de profundidad. Lo cierto es que fueron unos navíos muy apreciados, de excelente rendimiento, envergadura y autonomía, extraordinaria escuela de adiestramiento de Jefes, Oficiales, Suboficiales, Cabos y Marineros Especialistas. Todos quienes formaron, formamos parte de ellos los recordamos con aprecio, admiración y hasta con cierta nostalgia.
Luego llegaron las Corbetas a ocupar con hidalguía, éxito y transcendencia ese espacio. El origen del proyecto F-30 está en la 2ª fase del Plan Naval de finales de los años 60 de la Marina de Guerra, establecía este la construcción de una serie larga de 12 unidades de escoltas costeros, fragatas ligeras o corbetas. Tras diversas vicisitudes, la serie a construir se redujo a ocho unidades, más otra que encargó Marruecos y así se hizo. Sin embargo, las dos últimas unidades de la serie, en su génesis Centinela y Serviola no llegaron a entrar en servicio con la Armada Española, ya que fueron vendidas a Egipto por interés comerciales y operativos a cambio del compromiso del gobierno de sustituirlas por dos fragatas más de la clase F-80 en proyecto, al final acabarían siendo sólo una. Las cuatro primeras unidades de la serie fueron construidas en los astilleros de Bazán en Cartagena Descubierta, Diana, Infanta Elena e Infanta Cristina, mientras que las restantes lo fueron en los de El Ferrol, Cazadora y Vencedora. Fueron, sin duda, unos buques magníficos de gran navegabilidad, muy marineros, capaces de realizar misiones y operaciones más allá de las propias funciones para las que fueron diseñadas dícese, la escolta de convoyes en zonas costeras o restringidas, así su integración operativa fue ocupando espacios en alta mar a un nivel extraordinario.
A pesar de la limitación impuesta por su pequeño tamaño, la falta de un helicóptero, la de sistemas de enlace de datos del momento como LINK y de un sonar de profundidad variable, y debido a la escasez de escoltas o unidades navales en la Armada obligó frecuentemente a asignarlas a misiones de mayor envergadura. Así, durante la Guerra del Golfo, todas las unidades de la serie pasaron por el Mar Rojo, participando en la vigilancia del embargo decretado por Naciones Unidas contra Irak en el estrecho de Tiran. A pesar de las limitaciones ya presentadas, que reducían en teoría de forma importante su efectividad en el caso de ser asignadas al Grupo de Combate o a flotillas de la OTAN, en varias ocasiones llegaron a participar en la STANAVFORMED e incluso STANAVFORLANT con destacado éxito producto de una combinación tan natural como extraordinaria de los equipos y sus dotaciones, ejemplo de profesionalidad. Igualmente formaron parte en innumerables maniobras nacionales e internacionales además de las inherentes a la OTAN, demostrando que, pese a una limitada capacidad oceánica, fueron unos magníficos buques de guerra.
Contaban con una importante capacidad de lucha anti superficie, similar o superior a la de casi todas las fragatas en servicio en el mundo en su época. La capacidad antiaérea estaba también al nivel de la mayoría de los buques de mayor porte, aunque en la Armada Española las fragatas de las clases Baleares y Santa María cuentan con mayor capacidad antiaérea gracias al sistema Standard de medio alcance. Sin embargo, donde más se nota su vocación costera es en su extraordinaria capacidad antisubmarina, si bien la falta de un helicóptero y de un sonar de profundidad variable las sitúa en una posición inferior a la mayoría de las fragatas al uso. Se puede asegurar que las Corbetas tipo Descubierta cumplían con brillantez su papel en aguas restringidas, como el estrecho de Gibraltar, el Mediterráneo occidental o, incluso, el Mar Rojo o el Adriático.
Un magnífico proyecto de resultados espectaculares, 35 años de servicio, nueve unidades construidas, tres vendidas, ninguna baja por accidente e incomparables historiales dignos de figurar en un buen libro de guerra naval. Tenían 88 m de eslora, 1.640 toneladas de desplazamiento, cuatro motores diésel MTU-Bazán y otros tantos grupos generadores MAN para una velocidad ligeramente superior a los 25 nudos, nada despreciable. Pero donde realmente marcaban la diferencia, a años luz respecto de sus predecesoras, era en gestión de la plataforma, era el inicio del desarrollo de los equipamientos electrónicos y escudo armamentístico.
Estos relativamente pequeños barcos, de tamaño similar a los destructores de la Segunda Guerra Mundial, embarcaban misiles Harpoon antibuque, Sea Sparrow y más tarde Aspide antiaéreos de cobertura cercana, seis tubos lanzatorpedos antisubmarinos y tres piezas artilleras, presididas por el clásico OTO Melara de 76 mm de proa, que les confería parte de su aspecto característico, inconfundible por la bífida chimenea. Todo este arsenal se gestionaba desde un centro de información y combate (CIC), que recibía datos de los tres radares y del sónar coordinados por un sistema SEWACO de combate desde el que también se disponía de señuelos y medidas electrónicas ESM y ECM, además de disponer de un completo equipo de comunicaciones por satélite, HF, VHF e Inmarsat.
Las seis configuraron una escuadrilla muy homogénea, desde los 80 en que entraron en servicio hasta fin de siglo, 20 años de muchas luces y alguna sombra a consecuencia de los drásticos recortes presupuestarios de mediados de los 90. La curiosidad me hace referir a la F-36 Vencedora, que iniciaba su brillante historial en 1982 cuando, dentro de una operación policial contra el narcotráfico detenía y capturaba en las rías gallegas el mercante Thanassis K, incorporado más tarde a la Armada con el nombre de Contramaestre Casado. Como hemos citado todas las corbetas participaron de la Guerra del Golfo, primero en el embargo y después a la propia Guerra en turnos, por parejas. Sorprendiendo a los aliados por sus prestaciones y actividad incesante, recibieron por parte de los aliados la designación de, “The Atomic Aunt”, es decir, la “Hormiga Atómica” por su esfuerzo, pundonor y éxito en el empeño. Fue, desde luego, la época de máximo esplendor de la 21.ª Escuadrilla con participación en todas las incesantes maniobras.
El nuevo siglo trajo, junto con la triste disolución de la 21.ª Escuadrilla, sin sustitución, la conversión de cinco de las seis corbetas (excluida la Diana, convertida en buque de apoyo de medidas contraminas) a patrulleros de altura, el largo camino hasta llegar a «buques para todo» se había consumado. Y Así, como antes sucediera con sus antecesores, los Cinco Latinos, los buques se repartieron por diferentes departamentos: la Descubierta quedó basada en Cádiz para la vigilancia y control del Estrecho, la Cazadora y Vencedora fueron destinadas al Arsenal de Las Palmas y la Infanta Elena e Infanta Cristina permanecieron en Cartagena para control de tráfico.
Apuntes. Con motivo de la sucinta y mediática “crisis de Perejil” en 2002, se desplegaron en Melilla la Cazadora e Infanta Elena, más tarde la Vencedora e Infanta Cristina. Fueron el acoso de los saqueadores de tesoros en el Estrecho contra la empresa americana Odyssey y en este caso fue la Descubierta, apresando en 2007 al buque Odyssey Explorer a cuatro millas de Gibraltar. Posteriormente la Infanta Cristina acobardó a un nuevo saqueador de tesoros en el Estrecho.
Las heroicidades no tenían fin, la casualidad les concedió un fin heroico, probablemente los más emocionantes momentos de su vida militar. Habiendo causado ya baja la Descubierta, las supervivientes eran conocedoras del esfuerzo de las grandes fragatas FFG en aguas somalíes defendiendo el libre tránsito mercante y la actividad de una veintena de atuneros de una auténtica ofensiva pirata. Así el Mando de la Operación ATALANTA consciente de la necesidad en la zona de buques pequeños, capaces y de coste de despliegue mucho más reducido decidieron darle el epilogo militar merecido. El primer ya patrullero la Vencedora fue enviado en abril de 2010, cuatro meses después era relevado por la Infanta Cristina, unidad que el 6 de noviembre de ese año se vio envuelto en una auténtica batalla contra los piratas mientras escoltaba al buque Petra I, con misión humanitaria, a todo riesgo, y a tiro limpio libró una escaramuza de más de media hora contra tiradores somalíes hasta ponerlos en fuga contra el Izumi y salvaguardando al Petra I que quedó a salvo, una semana después destruía un skiff pirata, haciendo prisioneros a sus ocupantes.
La Infanta Elena tomaba el relevo en marzo de 2011 destruyendo un completo grupo PAG (Pirate Action Group), una flotilla pirata con nodriza amadrinando lanchas ligeras o skiffs. Regresaba la Infanta Cristina, destacándose de nuevo por la liberación velero omaní secuestrado y la Infanta Elena no le iría a la zaga, entrando al relevo en marzo de 2012 para liberar el 19 de abril al pesquero Nimesha Duwa, próximo a la isla de Zanzíbar, la Vencedora se desplegaba en el golfo de Guinea a consecuencia del secuestro pirata del petrolero Mattheus. Ya, la incorporación del nuevo Buque de Acción Marítima Relámpago les relegó al ostracismo casi total en sus zonas de vigilancia.
Valga este pequeño articulo para, una vez abandonadas a la historia, un recuerdo a los verdaderos protagonistas de estos excelsos éxitos. Un homenaje a todos aquellos que formaron parte sin contingencia de grado y especialidad de la Primera Escuadrilla de Destructores basada en Cartagena, la 21ª, y a los que formaron parte de las seis Corbetas que hicieron de España un referente naval en el mundo, a todos aquellos profesionales que formaron parte de sus dotaciones y fueron los artífices de esos éxitos, BRAVO ZULO.
Andrés Hernández Martínez