“In memorian” de la dotación del crucero “Reina regente”
Geoes21 .- Opinión .- Diego Quevedo .- Cartagena, 17 de Noviembre de 2024
El 10 de marzo de 1895. la Armada española perdió uno de los mejores barcos que tenía en aquellas fechas, el crucero “Reina regente”, llamado así en honor de la Regente del Reino, María Cristina de Habsburgo, viuda de Alfonso XII.
Construido en los astilleros ingleses de Glasgow, había sido botado el 24 de febrero de 1997 y entregado a la Armada al año siguiente. Sería este buque el cabeza de serie de un trío que completarían el «Lepanto» y el «Alfonso XIII», que se construirían en Cartagena y Ferrol, respectivamente. La clasificación de todos ellos sería la de Crucero protegido, calificativo dado por el blindaje de que estaba provisto su casco, y estaba, fuertemente armados
El crucero había recibido su Bandera de Combate de manos de la propia reina cuyo nombre lucía en su redondeada popa en una ceremonia que tuvo lugar en Barcelona el 3 de junio de 1888, comenzando a partir de dicho momento a tener una actividad importante. Asistiría poco después también en Barcelona, a los fastos de la Exposición Universal que ese año se celebró en la Ciudad Condal, para dirigirse posteriormente a Génova con motivo de las fiestas conmemorativas del cuarto centenario del descubridor 81492-1892), para cruzar acto seguido el Atlántico entregando en la Habana y de allí a Nueva York , llevando a remolque una réplica de la Nao «Santa María», que quedaría junto a las otras carabelas llevadas por otros buques, los cuales, tras ser exhibidas fondeadas en el río Hudson serían finalmente regaladas al gobierno americano.
A pesar del poco tiempo transcurrido entre su entrada en servicio y la fatídica fecha de su pérdida, el 10 de marzo de 1895, su historial estaba rebosante de navegaciones, la última sólo unas horas antes, cuando partiendo de Cádiz, había arribado a Tánger llevando a bordo una comisión de la Embajada del Sultán, que habían estado en España conferenciando con gobernantes españoles. Así, al desembarcar al séquito, el Comandante decidió regresar a Cádiz, a pesar de que las condiciones meteorológicas no auguraban tener buena mar, pero quizás confiado sobre todo en la cercanía a su puerto de destino previsto, decidió arriesgar, pues quería estar presente en el astillero gaditano al días siguiente, para asistir a la botadura prevista de otro crucero, el “Carlos V”, abandonando la rada de Tánger al anochecer.
Poco más se hizo, sin duda muy poco para rememorar semejante tragedia humana.
Las circunstancias de su hundimiento esa madrugada, nunca se sabrán con certeza, a pesar de que se nombró una comisión que dirigirían el Capitán de Fragata don Fernando Villaamil y el Ingeniero jefe de 1ª Clase don José Castellote. Los días siguientes, algunos pertrechos del buque fueron arrojados por la mar a varias playas de la zona de Tarifa y Algeciras, pero nunca apareció rastro alguno de los 412 hombres que literalmente se tragó la mar, 46 de los cuales eran naturales de Cartagena, incluido su Comandante el Capitán de Navío don Francisco Sanz de Andino y Martí.
El naufragio de este crucero, supuso en ese momento la mayor tragedia de la Armada española desde la época de la Armada invencible, sucediéndose en toda España funerales por el sufragio de las almas de los 412 tripulantes, celebraciones que también llegarían a celebrarse en la catedral de La Habana.
Por lo que a Cartagena respecta, poco tiempo después el Consistorio encargaría una pareja de óleos al excelente pintor nacido en La Habana pero afincado en Cartagena, Manuel Wssel de Guimbarda, que inmortalizó por un lado el comandante del crucero y por otro al desdichado buque tratando de capear el temporal, y donde figura en un extremo el escudo de Cartagena semicubierto por un velo negro y en otro la relación nominal de cartageneros fallecidos en el naufragio, cuadros que forman parte de la colección estable del Ayuntamiento de Cartagena, que los tiene expuestos permanentemente en el Palacio consistorial.
Igualmente, se daría su nombre a una calle, que hoy día se sigue llamando así. Valgan estas líneas como homenaje póstumo casi 130 años después, a los 412 miembros de la tripulación de este crucero de la Armada, y cuyos restos siguen encerrados en el ataúd que supone el casco de acero del buque en el que servían a España, y que reposan en el fondo de los accesos al Estrecho de Gibraltar, en la zona de Poniente del mismo.