La cineasta Blanca Pérez de Tudela graba desde agosto una cinta para dar a conocer la realidad de este paraje tan singular
Teo nos invitó la semana pasada a un grupo de amigos a disfrutar en el encantador cortijo y plaza de tientas «La Cartuja» de un ‘gastro-show’. Empezamos la jornada con el espectáculo de baile de caballos acompañando de unas cañas, bajo las sombras de los árboles y en amena tertulia sobre gastronomía. Pasamos posteriormente a la sala de banquetes, donde se inició la fiesta de Marisco a lo Bestia, servido a paladas por el jefe de sala, Javier, y rodeado de un gran equipo que con sus cantos y performances llenaron de ambiente el local. Compartimos ensalada, tostas de aceite, alioli y sobrasada, surtido de zamburiñas y quisquilla frita. Seguimos con unos huevos camperos fritos y patatas al ajo cabañil sin límite de repetir, dando paso a una muy buena carne de buey y chato murciano a la piedra. Cada uno se la hizo a su punto y repitió si quería. Entre plato y plato unas muy buenas actuaciones con música y ambientación, dando paso a un postre a elegir, café y queimada.
Fueron cinco horas de comida y espectáculo. Al terminar, Teo y Braulio tenían mucho interés en conocer «La Algameca Chica» y quedamos
citados para vernos el sábado en tan singular y encantador rincón. Y allí nos encontramos puntualmente, en el antiguo poblado de barracas.
Ese lugar emblemático, extraño, mágico, chocante y acogedor que tanta adhesión ha venido suscitando en los últimos años muchas opiniones, pues toca la fibra sentimental de muchísimos cartageneros, y muy particularmente de mi buen amigo José Ibarra, cronista oficial y guía de tan emblemático paraje.
Es un lugar del que se han realizado reportajes de prensa y televisión de prácticamente todos los medios de comunicación nacionales a los que les ha interesado conocer la realidad del pasado, presente y del futuro de nuestra aldea costera tan peculiar. Se pueden encontrar artículos sobre «La Algameca Chica» en periódicos de ámbito nacional, así como reportajes en distintas televisiones. Incluso recientemente una revista francesa publicó un extenso reportaje ensalzando su singularidad y comparándolo con otro lugar similar, el Port du Bec, situado en la costa atlántica francesa. La fama de nuestra aldea trasciende fronteras.
En mitad del recorrido nos encontramos con Ibarra, que como historiador, andaba visitando La Algameca con unos visitantes, aunque sus visitas guiadas gratuitas cada último domingo de mes, en colaboración con la Asociación de Vecinos, son un verdadero espectáculo con una duración de tres horas. Y un recorrido rincón a rincón y con todo lujo de detalles, que les recomiendo si quieren conocer este singular rincón con más de cien años de historia. Nos contó Ibarra el último proyecto que hay en marcha y que tenemos que apoyar: el documental cinematográfico que comenzó a rodar en agosto Blanca Pérez de Tudela.
Micromecenazgo
Como bien saben mis lectores, en estos artículos me gusta ensalzar a los emprendedores.
Aquellas personas que arriesgan contra viento y marea levantan sus proyectos con la fuerza de su talento, con su compromiso y sorteando todas las dificultades económicas y burocráticas a las que se tienen que enfrentar. Admiro a esas personas. Y Blanca Pérez de Tudela es una de ellas. Esta cineasta treintañera (Alguazas, 1994) se ha empeñado en llevar a cabo un documental cinematográfico sobre nuestra «Algameca Chica», en colaboración con la Asociación de Vecinos, para dar a conocer al mundo la realidad del poblado en todas sus dimensiones: la vecinal, la etnográfica, la histórica, la pintoresca, la controvertida, la humana, la antropología. Un documental de largo alcance, con mucho contenido y con mucho aliento, además de con mucha sensibilidad para con los vecinos.
El tópico de las subvenciones al cine se rompe por completo en este caso: ninguna administración pública va a subvencionar este proyecto; tampoco se ha aproximado ningún patrocinador. El rodaje ya está hecho con el trabajo voluntario y desinteresado de actores, técnicos y colaboradores, pero ahora viene el trabajo de postproducción, el de otros profesionales técnicos que sí cobran por su trabajo. Esta película tiene que salir de los riñones de su directora y de la ayuda económica de los amigos y de todo aquel que quiera colaborar con el proyecto a través de una colecta colectiva, un ‘crowdfunding’ que se ha lanzado el pasado mes de enero y que ha recaudado ya más de seis mil euros, aunque se necesita llegar a 21.000 para cubrir los gastos.
Creo que tenemos que ayudar a que salga este proyecto, que a todos los cartageneros nos gustaría ver en la gran pantalla, y a base de las pequeñas aportaciones que todos podamos hacer esta película se terminará, se verá y la disfrutaremos. Además, todos los que aporten tendrán recompensas, según el procedimiento habitual de la plataforma VerkamiI.
En esta dirección se pueden hacer www.verkami.com/projects/37548-documental-la-algameca-chica.
Parada en casa de Sidi
Como no podía faltar una parada y fonda, en la margen derecha del poblado, Ibarra nos llevó a casa de una familia de origen marroquí que lleva 42 años en la Trimilenaria, donde nos ofreció una comida árabe impresionante. En la muy hospitalaria casa de Sidi, él y su mujer, Rachida, nos sirvieron un menú clásico de la cocina magrebí. Comenzamos con unas brochetas de pollo a la barbacoa, pinchos morunos de carne adobada de cordero y condimentados con una mezcla extraordinaria de especias (Ras el Hanout). El plato fuerte fue el tayin de ternera con almendras y orejones, presentado en su recipiente de barro cocido, para no dejar escapar el vapor, tras una cocción a fuego bajo.
Continuamos con una pastela, ese plato de carne picada que es salado por dentro y dulce por fuera, similar a nuestros exploradores, que estaba de auténtico lujo. El final fue apoteósico con un cuscús y todo regado con un vino que al estar en una casa musulmana llevó Teo: un vino submarino «Crusoe Treasure», de la primera bodega submarina del mundo, en el mar Cantábrico. Terminamos con un té moruno a la hierba buena y un plato de exquisitos dulces árabes a base de almendra y miel. La familia que componen Sidi y Rachida y sus cuatro hijos cartageneros es un ejemplo perfecto de integración en la comunidad; vinieron de Marruecos en los años ochenta y han formado aquí su familia y su vida. Tras cuarenta años de trabajo ininterrumpido son ya parte del paisaje y del paisanaje de «La Algameca Chica». Y cocinan de maravilla.
Termino haciéndoles pensar y actuar: «Ya no me enojo. Solo observo, miro, pienso, me decepcionó y me alejó si es necesario».
Está muy claro.