Estas cuestiones de la Leyenda Negra no importan demasiado en España. De hecho, aparte de algunos trabajos académicos meritorios y aspectos circunstanciales, la leyenda en contra de España se viene construyendo a base de desinformación secular, cuando no de mentiras evidentes, que nunca se han rebatido seriamente, consintiendo que la política, fundamentalmente de izquierdas, continuara su labor de erosión histórica de la verdad.
Hernán Cortés se dirige al México continental el 22 de abril de 1522; 87 años después, el capitán Newport, experimentado marino inglés, lo hace desde Londres, comenzando la experiencia americana de Inglaterra. En este enorme lapsus de tiempo, España no solo ha desmontado un imperio cruel y autoritario, el de los mexicas de Moctezuma, sino que se ha asentado y asimilado, con sus leyes, cultura y costumbres, en los nuevos territorios, que pone bajo la soberanía de sus reyes. La historiografía rigurosa pone las cosas en su sitio cuando se profundiza en ella y no se queda en aspectos disolventes que tratan de erosionar la grandeza de lo realizado.
El historiador británico John H. Elliott, en su trabajo Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830), recoge el relativo paralelismo entre las iniciativas española y británica en el Nuevo Mundo, así como sus grandes diferencias.
En este periodo, y con una investigación rigurosa, se llega a la conclusión de que la colonización inglesa de América del Norte, para sus planificadores, hubiera deseado ser como la que condujo Hernán Cortés en México, dado que la iniciativa británica no fue tan exitosa en sus inicios. Fue siempre comercial, privada por parte de la Compañía de las Indias Occidentales, y tardía en ser asimilada por la Corona británica. A diferencia de la española, no asimiló a los indígenas, no hubo mestizaje, no tuvo un carácter evangelizador y, en su significado económico, no existió el aliciente inmediato buscado en el territorio de Virginia y sus recursos, debiendo alternar con las plantaciones que trajeron la esclavitud.
Poniendo el foco sobre lo que significan las declaraciones del ministro español, es necesario indicar que dicha posición no ha sido concertada en el Parlamento, y eso tiene consecuencias, pues afecta a la tradicional postura oficial española sobre Hispanoamérica, desarrollada a partir de la Transición con las provechosas Cumbres Hispanoamericanas. Fomenta también la imitación por otros países, incluso a escala mundial, en un efecto dominó, dando razón a futuras reclamaciones.
El efecto más perjudicial para España es que alimenta la Leyenda Negra y debilita la lucha contra esa falsa visión de los hechos que siempre ha perjudicado a nuestro país, favorecida por sus enemigos. No es nada improbable que el exilio republicano español en México tras la Guerra Civil, caracterizado por su alto nivel intelectual y político y dotado de grandes recursos económicos —fruto del expolio final en España y de su traslado a México con la intermediación del revolucionario presidente Lázaro Cárdenas—, tuviera influencia sobre este sentimiento antagónico que los sucesivos gobiernos de izquierda del país hermano han atesorado.
La asistencia de Su Majestad el Rey al “acto de perdón” del presidente de Alemania por el bombardeo de la Legión Cóndor en 1937 en Guernica, en cumplimiento de su función institucional de acompañamiento a un jefe de Estado extranjero, puede interpretarse como un acto de riesgo, programado por el Gobierno, como es reglamentario. Este hecho ha suscitado acciones de reivindicación del PNV sobre el Monarca para que imitara la misma actitud que su homólogo alemán.
En esta comparación no existe correlación de responsabilidades, pues los presidentes y cancilleres alemanes lo vienen haciendo desde que Konrad Adenauer se hizo cargo de la maltrecha República Federal Alemana y de las compensaciones bilaterales y colectivas decididas en la Conferencia de Potsdam, indemnizaciones que culminaron en 2010.
En el caso español, la Monarquía actual no tiene ninguna responsabilidad jurídica ni moral para realizar el citado acto de perdón. El sentido de la Transición, con la Ley de Amnistía de 1977, borraba además cualquier atisbo penal para ambos bandos de la Guerra Civil, refrendando con la Constitución de 1978, votada por una gran mayoría de los españoles, un nuevo régimen.
El PNV, además de antimonárquico por su nacionalismo independentista, fue, por la escisión de algunas de sus ramas, responsable del nacimiento de ETA. Aunque condenó el terrorismo de la banda, se puso de perfil en ocasiones. Es célebre la frase del entonces máximo responsable del PNV, Javier Arzallus: “unos sacuden el árbol” —ETA— “y otros recogen las nueces” —los partidos nacionalistas vascos—.
Tampoco estaría de más una petición de perdón del nacionalismo vasco al resto de los españoles por las responsabilidades indirectas del terrorismo, por la actitud pasiva en ocasiones ante el fenómeno terrorista, por la falta de empatía con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y sus familias en los “años de plomo”, y por no haber sabido evitar la extorsión y el gran éxodo de más de 200.000 vascos que tuvieron que huir de sus hogares para salvar sus vidas, además del grave quebranto a la economía española, todavía sin evaluar.