Una singular ruta en Seat 600

Tomás Martínez Pagán

Geeoes21.- Cartagena 9 de Abril de 2024

En esta exclusiva Semana Santa que hoy termina, hubo tiempo para todo.

Mi amigo León García me vino a recoger para hacer una ruta por la ciudad y el municipio con su Seat 600. Como amante de los coches antiguos, en concreto de los Seat 600, en 2011 convocó una primera cita en el Circuito de Velocidad de Cartagena, de amigos y aficionados de este mítico vehículo, con el que hacían excursiones y exposiciones para darle vida a su afición automovilística. Tras aquella primera cita, en enero de 2012 comenzó a funcionar bajo su presidencia el Club de Amigos del Seat 600 de Cartagena. Años después, con un Club consolidado, todavía continúan con actividades, salidas, eventos, rutas y visitas. León García y yo iniciamos el viaje en un Seat 600 D, matrícula MU 110759 del año 1969.

Nos abrochamos cinturones de la época en dos tramos, curioso el tipo de cinturón al igual que otros detalles del interior, como los dos perritos en la parte trasera, moviendo la cabeza como era típico en aquellos tiempos, y el asiento de atrás con su forro de ganchillo en alegres colores. El cuenta kilómetros marcaba 10.165, en la que posiblemente será su tercera vuelta.

Me contó León que este modelo se vendió de 1957 a 1973, alcanzando una producción de 799.419 unidades y convirtiéndose en el coche por excelencia de España. El Seat 600, también conocido como ‘pelotilla’ y ‘botijo’, fue un icono de nuestro país. El éxito en las familias se alcanzaba si podías tener un coche que entrara toda la familia, cosa que no se conseguía con aquellos microcoches y el más conocido de todos: el Biscuter.

A nuestro paso por la basílica de la Virgen de la Caridad, me explicó León que a pesar de la longitud del coche de solo 3,3 metros y una carrocería estrechísima, llegaban a viajar familias enteras, con niños sentados unos encima de otros y sin ningún tipo de sujeción. La mayoría de conductores compraban una baca Zacarias para el techo, y en ella se anclaban las maletas y paquetes que no entraban en el diminuto maletero de 68,5 litros de capacidad.

«¡Aquí estaba la alpargatería de Roca!, en la calle Caridad», me indicó el gran conocedor de los 600 y de aquella época dorada de la Trimilenaria, junto a la iglesia, la farmacia de Sánchez Carrascosa, la carnicería de Luciano, la joyería de Guillén el orfebre, la cristalería del que fue futbolista del Cartagena, Hernández, las tiendas de los dos Pepitos, el de la Muñequita y el de la Económica de Miralles.

León conoce la ciudad de aquella época de memoria «No tomarse nada en serio»

Nuestra primera parada fue en Los Patojos, en El Gato. Y como a su propietario, José Luis Pérez, le gusta cada día colocar un «Buenos Días» en la barra acompañado de una regla de vida, aquí está la de esa mañana: «No tomarse en serio ni los halagos, ni los insultos». Nos puso unas ancholinas sobre queso fresco, junto a unas cañas que las tira de auténtico lujo. En El Gato se pueden elegir entre cerca de cincuenta tapas, pero teníamos que continuar ruta. La siguiente parada fue en Molinos Marfagones, en la tapería de la Casa de Cultura, donde nos tomamos unos caracoles en salsa de la mano de Vicente y Paqui, que los bordan, y una de sus especialidades la oreja de cerdo, acompañando un buen Rioja y
más tertulia sobre los 600.

Continuamos la ruta mientras León me explicaba que tiene dos coches más: un Seat 600 N, de matrícula MU-32697, del año 1959, que coincide con el de su nacimiento y motivó su compra. El coche lleva la placa de identificación de su primer propietario, un ingeniero de Repesa, que León la conserva con sus precintos originales, como se entregaban en su época. Después de tenerlo 13 años en la co-
chera, en 2008 lo preparó, empezó a moverlo y desde entonces lleva realizados infinidad de viajes por media España. Su tercer coche es un Seat 850 E, de matrícula MU-2695-C, que está ‘niquelado’ de la buena conservación, tanto interior como exterior. Auténticas joyas del automovilismo de la época.

El encanto de la zona oeste En el recorrido por el oeste cartagenero pasamos por muchos caseríos, como Los Gurreros, el paraje de los Sevillas, Torre Rubia, Los Cachuchas, Los Marines, Los Bullas y Las Teresas, con unos paisajes preciosos entre almendros, algarrobos, olivos, higueras y chumberas.

Continuamos circulando por estrechos senderos donde existen buzones clavados en las orillas del camino, similar a las películas americanas. Hicimos otra parada en casa de Paco ‘El Curro’, y en su porche y rodeado de un frondoso jardín, compartimos un buen vino Altico, variedad Syrah, de la bodega jumillana Carchelo, acompañado de una nueva especialidad de tomates ibérico, madurados bajo el sol del Mediterráneo almeriense. Estaban deliciosos, jugosos, dulces, aromáticos y con sabor a campo que los hacen únicos. Los tomamos aliñados con un aceite de oliva virgen extra, unas escamas
de sal y con unos buenos trozos de bonito. Fue una combinación perfecta, acompañada de un buen pan para el mojete del aceite. Una auténtica explosión de sabores.

Comercio tradicional Seguimos con nuestro particular viaje y disfrutamos de una nueva parada en el corazón de Cuesta Blanca, en el comercio de época Comercial Ana. Nada más entrar junto al mostrador, te encuentras un cartel sobre el horario: «Abrimos cuando llegamos, cerramos cuando nos vamos. Con
dinero en la cartera, a lo mejor te invitamos». Ya sentados en la mesa, justo al lado de otro emblemático cuadro, que contiene todos los billetes del Banco de España, desde el de una peseta hasta el de diez mil, una colección singular de doce billetes históricos, iniciamos el almuerzo. De primero, unas tostas de sobrasada calentitas, unas longanizas a la plancha, panceta y un generoso plato de
olivas partidas. Para continuar con un buen plato de tocino en tacos, chorizo, morcón y longaniza seca de pellizco con unas habas tiernas. Todo terminó con un buen asiático y regreso a la Trimilenaria en
tan emblemático turismo y con un extraordinario conductor y guía de la zona oeste, de la que es nativo.

Desde el diminuto Seat, fuimos observando la cantidad de trabajos realizados en esos campos del oeste con piedra seca. En su mayoría, se trata de construcciones relacionadas con el sector primario, como
refugios de pastor, márgenes para delimitar fincas, hitos, andenes de norias y molinos, brocales de pozos, señas y un sinfín de construcciones tan singulares como únicas. Y volvimos al punto de salida, después de cinco horas de disfrute de tan espectacular ruta con vehículo y gastronomía. Termino este
artículo indicando la diferencia entre la escuela y la vida: «En la escuela, primero aprendes una lección, y luego te ponen una prueba. Y en la vida, te mandan la prueba y luego aprendes la lección».

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