Desde el Arsenal de Cartagena ¿Vienes conmigo?

GEOES 21

OPINIÓN

Eva García Aguilera

Dicen que somos energía. Yo no sé muy bien hacia dónde quieren llegar con esa expresión, pero lo que sí afirmo es que hay personas que se acercan a ti y te generan un rechazo que no sabes explicar y otras, que son luz, alegría y que pasear junto a ellas te garantizan la risa, la evasión y sobre todo el aprendizaje de todo aquello que te aportan, porque ellos también lo viven con entusiasmo. He dado ese paseo arropada por dos personas extraordinarias, sabias, generosas y que siempre, siempre, me hacen reír. Una ha vivido en este lugar especial que hoy visitamos durante muchos años .Casi cómo su casa. Cuenta las cosas con humor pero siempre desde el conocimiento más absoluto. Si la Armada alguna vez piensa que nos merecemos un cronista oficial, yo no lo dudaría. Mi amigo Diego Quevedo. Y luego está Juan Ignacio Chacón, que me enseñó todo lo que sé del Submarino “Peral” y muchas más cosas. Y junto con Diego, forman un dúo extraordinario. Y como dicen que no hay dos sin tres, de vez en cuando me uno a ellos y salen historias así de bonitas.

Hay una ciudad trimilenaria con un balcón enorme y vistas al mar. Un lugar donde los graznidos de las gaviotas se convierten en música de ambiente para los que caminamos por su puerto.

Hay, en este trocito del Mediterráneo, un lugar inmenso pintado desde hace muchos años de mi color favorito, el amarillo. Y tiene una puerta de entrada preciosa con la torre del reloj de cuatro esferas, donde desde hace muchos años celebramos las preuvas, recibimos entre risas y jolgorio el año venidero y esperamos con pasión la salida del “San Pedro”,cada martes Santo.

Cruzar esa puerta es un privilegio para mí, porque sé que voy a encontrar historias increíbles. Así que dibujo una sonrisa en mi cara, la de la ilusión, y comienzo a escuchar atenta cómo me cuenta Diego desde cuándo y por qué este lugar cobró vida

Para que nos pongamos en contexto, os cuento que reinaba por el año 1715 el primer rey Borbón, Felipe V. Los buques de la Armada estaban dispersos y no existía en España un Arsenal donde agruparlos, como ya llevaban haciéndolo los ingleses muchos años.

Se le propuso al rey la idea y ésta fue aceptada. Ordenó la construcción de cuatro arsenales. ¿Será cierto eso de que las cosas de palacio van despacio? Porque Felipe V se puso manos a la obra y… Vale, vale, llevó su tiempo, pero estamos hablando del siglo XVIII, todo iba más lento que ahora. Bueno, ahora que lo pienso…, no sabría qué decir. Eva, cállate que no vas a saber cómo salir.

Pues eso, cuatro Arsenales: Cádiz, idóneo para la zona del Atlántico Sur, Cartagena, barcos del Mediterráneo, Ferrol, barcos del Cantábrico y la Habana. Sí, la Habana, porque os refresco la memoria, en aquella época, Cuba era nuestra.

Así que mi bonita ciudad cartagenera fue la elegida para construir un Arsenal.

Y así fue como en el Mar de Mandarache, una laguna interior, se comenzó a estudiar el terreno. Un terreno fangoso en el que definir un rectángulo perfecto supuso excavar mucho y conseguir estabilidad a base de pilotar con troncos de madera algunas zonas, como en la que un tiempo después se construiría el presidio en la ciudad.

¿Sabéis que la Rambla de Benipila desembocaba en este enclave? Imaginar el trabajo que hicieron para desviar su desembocadura a la Algameca Chica.

La mano de obra para la construcción fue casi en su totalidad de presos que venían de las cárceles de África. Vivían en galeras por la noche, y debido a un grave accidente, el rey mandó construir el presidio para velar por su seguridad.

Y os voy a contar una cosa. Con el tiempo los presos mejoraron sus condiciones, aunque todo eso ya lo narré en mi relato sobre el presidio. Pero me ha encantado encontrar en este complejo interminable, bancos de madera tallada y farolillos, que me cuenta mi amigo Diego Quevedo, que los hicieron los presos en talleres con el fin de rebajar su pena. ¡Verdaderos trabajos de artistas increíbles!

Pero, volviendo al Arsenal… En la segunda mitad del siglo XVIII y casi todo el XIX sólo sabían construir barcos de madera. El proceso de tratado de la madera que se realizaba en este lugar era laborioso, trabajoso. Procesos de humedecer, dar forma, estirar, calentar…

Entonces llegó la Revolución Industrial y con ella el vapor, la electricidad y por fin el acero. ¡Comenzamos a construir barcos de acero y de propulsión no eólica!

Y cuando algo se queda obsoleto… Una gran parte del Arsenal quedó sin uso casi 20 años. Sólo las ratas caminaban por aquel lugar de tanta vida.

Se construyó un astillero y nuestra ciudad gozaba de los mayores adelantos. Un astillero que hoy es NAVANTIA, referente internacional en la construcción y reparación de buques y tantas y tantas cosas.

Y me encantan las historias que tienen finales felices, sobre todo cuando hay grandes personas que consiguen encajar las piezas del puzle y dar la bienvenida a los nuevos descubrimientos y oportunidades.

Cómo así ocurrió. ¡En 1915 se crea el Arma Submarina!

Muchos habréis oído que a Cartagena se le ha comenzado a llamar últimamente “LA CIUDAD DE LOS SUBMARINOS”.

Pues en aquella época, se comenzó a hablar de que en Cartagena había unos diques que se podían convertir en lugar de atraque de los submarinos. Y si observáis si algún día tenéis la oportunidad de visitar este lugar, arriba del edificio pone las siglas E.S.

Y me cuenta Diego que hay quién cree que es por Escuela de Submarinos, pero no, se le llamó Estación de Submarinos. Alguien dijo,si donde paran los trenes se le llama estación de trenes, donde paran los submarinos se le llamará estación de submarinos.

Y sí, toda esta historia es increíble, pero ya me conocéis. Empiezo con ese baile de un lado a otro a observar y preguntar y sobre todo a rebuscar en todas las anécdotas que me dejan con la felicidad por las nubes. Y un lugar así, tiene que tenerlas y muchas.

Así que desde algo que imagino que es un puente de Venecia y me pongo en modo romántico con fotografía de los tres incluida, empiezo a poner ojitos y a conseguir que Diego comparta conmigo muchas cosas.

A ver, Eva la curiosa,dice Diego:¿Sabes cómo se llama este muelle donde estamos ahora? Muelle D. Juan de Borbón. A D. Juan de Borbón le gustaba venir a Cartagena y atracaba su yate aquí. El yate “Giralda”. Cuando fallece, su hijo, el actual rey emérito, D. Juan Carlos I se lo regala a la Armada. Hoy en día el “Giralda” es un buque de instrucción de los Guardias Marinas.

Sí, Diego,le digo. Estas son las cosas que me gustan.¿Qué son aquellos barcos?

No lo puedo remediar. Pero de no ser así, no sabría ahora que esos barcos son cazaminas. Y que una mina naval hace muchos años era una mina de contacto. Si te rozabas con ella…boommmmDespués inventaron las minas magnéticas y al final volvieron de nuevo a la madera para construir estos barcos.

Diego, pero si esos cazaminas no son de madera,le intento corregir.

¡Son de fibra de vidrio! La idea de la madera no fue buena, no tenían estabilidad y había que talar demasiados árboles para su construcción. Y estos los construimos aquí, en Cartagena, aunque la patente es inglesa. ¡Siempre por delante estos ingleses!

Les llaman los “tupperware navy”, porque nacieron en las mismas fechas que los tupperware de cocina, ja,ja. Pues sí que se aprende con los cazaminas,sí.

Mira,Juan Ignacio, dos submarinos que parecen de bolsillo. Submarino “foca” y submarino “tiburón”. ¡Me encantan!

¿Sabes que se utilizaron para fomentar la industria española, y que sus motores son Pegaso y sus baterías Tudor?,me aclara Diego.

Y resulta que estos submarinos se construían en Alemania en la segunda Guerra Mundial, y cuando terminó la guerra algunos ingenieros fueron acogidos en Cartagena y tenemos estos submarinos tan cuquis para el deleite de mis ojos, en un lugar donde una vez también descansó tranquilo nuestro submarino “Peral”.

 Y he paseado tranquila, he visto cañones de metralla utilizados para amarrar embarcaciones, sustituyendo a los norais y economizando para no tener que hacer fundiciones para ello. He aprendido que depende del viento que haga cada día, la bandera se cambia. Mayor viento bandera más pequeña. Pero siempre, siempre que viene una autoridad importante, la bandera es la del tamaño mayor.

Me he deleitado con un monumento realizado por mi amigo Fernando Sáenz de Elorrieta en memoria de los submarinistas fallecidos en acto de servicio. ¡Cuánto me gustará este escultor! Y hasta hemos entrado a la capilla y he observado a la Virgen del Pilar, patrona del Arma Submarina.

Y cuando creía que ya no podía impresionarme más, he estado junto a las dos piezas escultóricas originales del monumento a los “Héroes de Cavite”. ¡Eran de cemento! Es impresionante, de verdad. No tenía ni idea de esto. Se esculpieron en 1923 y décadas mas tarde se retiraron por deterioro y actos de vandalismo. El grupo escultórico se reinauguró en diciembre de 1982.

FOTOGRAFÍAS CEDIDAS POR DIEGO QUEVEDO

Para los cartageneros, poco que aclarar. Para mis amigos lectores de otros puntos de la geografía, son las esculturas del monumento de la “Plaza de los Héroes de Cavite” junto al puerto, en homenaje a los caídos y supervivientes en las guerras de Cuba y Filipinas, inaugurado por los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia en 1923. Y que las originales descansan hoy en el Arsenal militar y yo he disfrutado de esa sorpresa que ignoraba.

Utilizaron los moldes para hacerlas de bronce y en 1998, coincidiendo con el centenario de la guerra de Cuba, Don Juan Carlos y Doña Sofía estuvieron presentes en el acto de conmemoración

¡Me alucina esta curiosidad!, totalmente desconocida para mí.

¡Durante un largo período de tiempo se quedó el obelisco sin las esculturas en nuestra plaza de los Héroes de Cavite y yo no fui capaz de darme cuenta!

No tengo excusa. Sería en aquella época de mi vida, en la que caminaba sin mirar.

Por eso hoy estoy contenta, intento que no se me escape detalle y poder compartirlo con todos vosotros.

Me he extendido, lo sé, hay tanto que contar, cada lugar esconde tantas historias…

¿Sabéis que el reloj…? No, no lo voy a contar. Tengo una sorpresa especial, para un domingo cualquiera que os despertéis y abráis “La Ventana de Eva” al escuchar las nueve campanadas de la mañana, desde el reloj del Arsenal.

Feliz domingo, desde la ciudad de los submarinos.

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