La histórica Casa del Niño tiene que ser arreglado por la Comunidad íntegramente para darle un uso educativo

Mi buen amigo Aniceto nos invitó a un grupo de amigos a disfrutar de sabores y texturas para deleitar el paladar en un bonito rincón de nuestra Trimilenaria. Una vez bien posicionados en el acogedor salón y con la chimenea de fondo, quemando buenos tacos de madera de olivo, creando un ambiente cálido y acogedor, con su fuego crepitante y el calor natural, con una belleza y un relax imposible de mejorar. El anfitrión nos sirvió un txakoli con burbujas de la DO Txakoli de Getaria de bodega Zudugarai, un brut nature de frescura atlántica, de variedad hondarrabi zuri, con su propia identidad y un trago refrescante y notas salinas.

Copa en mano y en amena tertulia, Rodrigo nos contaba algo que pronosticó hace 74 años la filósofa y escritora Alissa Zinovievna, nacida en San Petersburgo y nacionalizada estadounidense, más conocida en el mundo de las letras como Ayn Rand, nunca más oportunas aquellas palabras: «Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo. Y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada».

Aniceto sirvió el primer plato y lo convirtió en un arte de la cocina, una ensalada de ahumados, también conocida como cantonal –la puso de moda en los años 80.

Los Habaneros de la familia Morales–, sabrosísima, muy fresca y nutritiva, elaborada con productos de tradición artesana, como los ahumados y encurtidos de la tierra: salmón ahumado, atún, palometa, alcaparras, cebollitas encurtidas, aceitunas de cuquillo, anchoas en salmuera, cebolleta pequeña, alcaparrones y buen aceite de oliva. Dimos muy buena cuenta de ella hasta limpiar el fondo del plato, mojando pan que estaba sabrosísimo.

En defensa del edificio

Y entró en escena Rafa, padre de un alumno del colegio Casa del Niño, que nos dijo que por unos minutos se iba a convertir en la voz de La Casa del Niño, y como si él fuese esa institución centenaria, de esta manera se expresó: «Nací en 1918 en unos tiempos difíciles para Cartagena y en especial para la infancia, dentro de mí se crearon cocinas, comedores escolares, escuelas infantiles, atendía a niños y a mujeres embarazadas.

Conocí a monjas, médicos, enfermeras, profesoras y profesores, niños y niñas. Entre mis muros, os habéis protegido del frío y del sol, habéis aprendido a leer y escribir. Por mis ventanas ha entrado la luz de la esperanza de un futuro mejor. Gracias a Carmen Conde tuvimos un ropero escolar para esas personas sin recursos. Gran parte de mi fue inspiración de Víctor Beltri. Se creó hasta una rifa benéfica, que todavía existe, para ayudar a las personas con pocos ingresos. Con la Gota de Leche vuestros cuerpos han ido creciendo; agradecer a esa Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl sus servicios a los más necesitados. Tengo el honor de ser declarado Bien de Interés Cultural, ahora tenéis el deber de conservar, mantener y salvaguardar los valores para lo que me creasteis.

Cartageneras y cartageneros, no me dejéis caer».

Tal mensaje motivó a los ocho amigos a preocuparnos del tema. Eliseo alzó la voz para mostrar su malestar comentando cómo tan bonita obra modernista y con más de cien años de antigüedad no logra llamar la atención de los propietarios, que es el Patrimonio Regional, para restaurar el edificio en su totalidad y convertirlo en una referencia de nuestra ciudad y de la región. Pero también es verdad que la ciudadanía y sus representantes tampoco han insistido en ello.

En la Casa del Niño están ubicadas las clases de infantil del Colegio San Isidoro y Santa Florentina, por lo que la asociación de padres y madres (ampa) lleva muchos años pidiendo a Educación que rehabilite las vetusta aulas y que se les adjudique más espacio del que hay sin utilizar. Muchas promesas en los últimos años que se dilatado o incumplido, que impiden que ese maravilloso espacio central de la Casa del Niño tenga el uso adecuado y en condiciones, similar al que propusieron sus diseñadores. Existe una deuda histórica que es preciso solventar ya con el Colegio San Isidoro y Santa Florentina y con la Casa del Niño. Lucas se comprometió a recabar información sobre la situación
real en estos momentos, mientras Rafa lo hará con la Asociación de Padres. Y yo lo contaré con todo lujo de detalles.

La Escuela de Enfermería

El doctor Sánchez, que compartía mesa, también entró en materia y comentó, cargado de razones que en estos momentos en que se habla tanto de la Escuela de Enfermería de Cartagena y de su ubicación hay que recordar que este fue el lugar elegido para instalarla en la década de los 80 del pasado siglo, cuando se creó la misma al haber desaparecido la antigua Escuela de Enfermería de Insalud en el Hospital Santa María del Rosell. Tal es así que llegó a presupuestar y contratar la empresa que haría la obra. Comenzó por entonces el primer curso de Enfermería en un ala del edificio, se paró la obra debido al mal estado de las cubiertas y, para sacar un nuevo concurso con las modificaciones. Como suele ocurrir en esta tierra, no salió el proyecto. Y la Escuela de Enfermería comenzó el deambular por distintos edificios de nuestra Trimilenaria, llevando más de 35 años esperando una solución definitiva.

Incluso hasta hace poco en la fachada de la Casa del Niño, había un cartel de la Escuela Universitaria de Enfermería de Cartagena. Y entre reivindicaciones, continuamos con el txakoli y unos mejillones al vapor, medianos pero que con limón y pimienta es un placer comerlos. Unas zamburiñas a la plancha con un simple golpe de calor estaban de maravilla; continuamos con unos boquerones fritos medianos, nada aceitosos, que nos comimos al estilo armónica, dejando la raspa más limpia que la espalda de un violín. De plato final, unas doradas a las sal que Aniceto prepara a la antigua usanza cubriendo de sal marina gruesa por arriba y por debajo, de forma que se cocina en su propio jugo, dando como resultado un sabor totalmente puro y potente. Para servir en plato, separó los filetes y los sirvió con un chorrito de aceite de oliva extra por encima para que se mezclen con los jugos del pescado, consiguiendo un auténtico lujo de plato. Terminamos con unas auténticas torrijas de Confitería San Vicente, acompañadas de unos asiáticos muy bien hechos en copa auténtica de José Díaz.

Les dejo con una reflexión tan real como la vida misma:
«La maldad vuelve al remitente, la envidia a quien la siente, la mentira a quien la ha dicho, el amor a quien lo ha dado».

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