El Sahel en la nueva era geopolítica

Geoes21.-Opinión.-Aeme.-Jesús Argumosa.-Prensa Aeme.-Madrid, 28 de Septiembre de 2025
La mayor parte de los medios de comunicación están primando continuamente las noticias y la información sobre los grandes dilemas geopolíticos mundiales ya sea el intermarium, actualmente escenificado en la guerra en Ucrania, ya sea el laberinto bélico de Oriente Medio o ya sea el Este de Asia, centralizado en el entorno del Mar de China Meridional, Taiwan o Corea del Norte. Sin embargo, el Sahel aparece muy pocas veces en los medios como información o escenario que afecte a la geopolítica y seguridad global.
El Sahel es una región estratégica en África que enfrenta múltiples desafíos, incluyendo inestabilidad política, extrema pobreza, expansión de grupos yihadistas, organizaciones criminales y narcotráfico. De la década de países que abarca esta región, cinco de ellos, Níger, Chad, Burkina Faso, Mali y Mauritania, han sido escenario de intervenciones extranjeras a lo lardo de varias décadas, lideradas por Francia, la Unión Europea, Estados Unidos y otros actores internacionales como MINUSMA, de la ONU, que no han conseguido establecer la paz y la estabilidad en la región.
En el campo de la inestabilidad política, los recientes golpes de estado en Mali, Burkina Faso y Níger han intensificado la incertidumbre política, debilitando la capacidad de los gobiernos para combatir la violencia. Dentro del salafismo yihadista, actores como el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), afiliado a Al Qaeda, y el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), vinculado al Estado Islámico (ISIS), han fortalecido su presencia en la región, explotando la debilidad estatal y alimentando conflictos interétnicos. Todo ello, en una región que reúne a algunos de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita promedio de 642 dólares en 2016, lo que representa un desafío muy significativo para el desarrollo y estabilidad de la región.
A mayor abundamiento, en el Sahel se concentra en estos momentos la mayor actividad del salafismo yihadista a nivel mundial protagonizada por las organizaciones terroristas citadas. Así lo señala el Índice Global del Terrorismo (GTI) que en su informe de 2025 indica que, en 2024, el 51% de todas las muertes relacionadas con el terrorismo se produjeron en el Sahel, es decir, 3885 de un total mundial de 7.555. De hecho, la triple frontera entre Burkina Faso, Mali y Níger se ha convertido en el principal foco terrorista mundial, conformando el epicentro global de las actividades del salafismo yihadista. Esta situación de crisis permanente amenaza con extenderse al Magreb y alcanzar el Mediterráneo.
Más allá de su importante situación estratégica, el Sahel encierra una gran cantidad de recursos naturales entre los que se encuentran minerales y metales como uranio, oro, plata, tierras raras, petróleo, hierro y gas, cuya gestión y explotación dentro de la dependencia colonial se basaba en un modelo extractivista en la que se importaba materia prima barata, aunque también es verdad que el modelo que utilizan los nuevos actores extranjeros en la región con sus contraprestaciones en recursos naturales por los servicios prestados es mucho más gravoso.
Después de la retirada de todas las fuerzas occidentales y de la ONU del Sahel, en los últimos tres años, ha quedado un vacío geopolítico en la región que ha sido ocupado por diferentes países como Rusia, China, Turquía y los estados del Golfo, pero con distintos protagonismos. Este nuevo cuadro de actores ha introducido en la región una reconfiguración geoestratégica que está afectando poderosamente al escenario euroafricano donde Europa y el Sahel forman parte de una entidad estratégica única a los efectos de constituir un equilibrio de poder que garantiza la seguridad y estabilidad en el entorno saheliano.
Rusia ha aprovechado eficazmente los sentimientos antieuropeos, especialmente antifranceses, para impulsar la agenda de Moscú centrada en apoyo en materia de seguridad pero que incluye el control de lucrativos recursos naturales en varias minas valoradas en miles de millones de dólares. Las fuerzas militares rusas no están en el Sahel para luchar contra el salafismo yihadista sino para proteger a los regímenes – particularmente en Mali y Burkina Faso – actuando como guardia pretoriana y para garantizar la explotación de diferentes explotaciones mineras. Utiliza al Grupo Wagner reconvertido en África Corps, desde 2023, tras la muerte de su líder, Yevqueniv Prigozhin.
China constituye un actor importante en la región, fundamentalmente, con su inversión en infraestructuras además de seguir expandiendo su influencia a través de acuerdos comerciales y de recursos, como la construcción del oleoducto Níger-Benín de unos 2.000 km. Por otra parte, la Influencia de Turquía en la región está aumentando sensiblemente no solo con la venta de drones Bayraktar TB2 a Burkina Faso, Mali y Níger sino también en la formación y capacitación militar en operaciones de seguridad.
Desde el punto de vista de los países del Golfo, todos ellos aliados occidentales, el Sahel sirve como plataforma de lanzamiento potencial para el resurgimiento de organizaciones terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico junto a sus grupos afiliados, lo que supone una serie de amenazas de carácter político y económico para dichos países.
Así, el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí lanzó en 2020 una iniciativa de 200 millones de dólares destinados al desarrollo de la región del Sahel en colaboración con la Agencia Francesa de Desarrollo. En el mismo año, los EAU anunciaron una inversión de 2.000 millones de dólares para Mauritania. También en la misma época, el Fondo Jalifa para el Desarrollo Empresarial, con sede en Abu Dhabi, destinó 10 millones de dólares a un programa de apoyo al empleo juvenil en Burkina Faso. Por otro lado, es preciso considerar el transporte de uranio desde Níger a Irán. No se debe olvidar que, en el campo de la seguridad, tanto Arabia Saudí como los EAU han apoyado el desarrollo del G5 Sahel desde su fundación en 2014, y respaldado por Francia.
A raíz del más reciente golpe de Estado de la región, efectuado en Níger, en julio de 2023, Burkina Faso, Mali y Níger salieron de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO), de tendencia occidental al mismo tiempo que se retiraron del G5 Sahel, donde solo permanecen Chad y Mauritania, y crearon la Alianza de Estados del Sahel, contando con el apoyo de Rusia.
En definitiva, la región del Sahel, aunque no conforma realmente un gran dilema geopolítico, si constituye un importante escenario estratégico como proyección geopolítica natural de Europa, ubicado en el flanco sur de la OTAN, donde potencias autocráticas como Rusia y China, aprovechando el vacío geopolítico de Occidente al haberse retirado de la zona, están aumentando rápidamente su influencia desde los últimos años.
Para Europa, y en particular para España, su cercanía con el Mediterráneo lo convierte además en un importante escenario que afecta a nuestros intereses nacionales de seguridad.
En el actual y previsible panorama geopolítico, los recientes acontecimientos de la reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, en Alaska, la cumbre de Cooperación de Shanghái la Organización (OCS) en Tianjin, China, y el espectacular desfile militar chino en Pekín, están consolidando la nueva división mundial en dos grandes bloques geoestratégicos, el democrático liderado por Estados Unidos y la Unión Europea frente al autoritario, bajo el mando de China y Rusia.
Ante este nuevo marco geopolítico de referencia, se prevén dos opciones a tener en cuenta en el próximo futuro del Sahel: a) la aparición de un choque entre la CEDEAO y la AES que podía sumarse a los enfrentamientos ya existentes entre ambos bloques en los tres grandes dilemas geopolíticos mencionados al principio; b) el establecimiento de una nueva estrategia por la Unión Europea en el Sahel, bajo el paraguas de la ONU, respaldada por Occidente, particularmente por Estados Unidos al objeto de alcanzar la paz y la seguridad en la región, haciendo frente al salafismo yihadista y fomentando la democracia y los derechos humanos.